El 28 de julio de 2024, la sociedad venezolana vivió un hito en su historia, al derrotar en las urnas electorales a un gobierno que representaba el continuismo de un largo periodo de inestabilidad, pérdida de libertades y condiciones de vida. Ante el despojo de la soberanía popular expresada a través del voto, el pueblo sigue expresando su indignación por la decisión del oficialismo por desconocer esos resultados y reclama sus derechos, en un contexto de persecución, represión y destrucción de la institucionalidad democrática. Llegamos nuevamente a esta fecha del 23 de enero, con una cifra alarmante de presos políticos, torturados, fallecidos en recintos de reclusión, exiliados y millones de venezolanos desplazados del territorio producto de una migración forzada.
Se inicia una nueva fase, en este largo tránsito de resistencia a un modelo que viola las mínimas consideraciones democráticas. La sumisión, el sometimiento por la normalización del sistema, no es la ruta en la cual se inscriben la inmensa mayoría de los ciudadanos, Por el contrario, se está en un momento de redefinir las formas y modos de seguir adelante, en un recálculo de potencialidades y oportunidades, sin abandonar la convicción personal y colectiva de apostar por un cambio político hacia la democracia. Un liderazgo legitimado en los resultados electorales, sigue firme en su decisión de no abandonar esa aspiración colectiva y asumiendo las peores condiciones para su actuación, no desfallece en su propósito.
El 28 de julio de 2024, la sociedad venezolana vivió un hito en su historia, al derrotar en las urnas electorales a un gobierno que representaba el continuismo de un largo periodo de inestabilidad, pérdida de libertades y condiciones de vida. Ante el despojo de la soberanía popular expresada a través del voto, el pueblo sigue expresando su indignación por la decisión del oficialismo por desconocer esos resultados y reclama sus derechos, en un contexto de persecución, represión y destrucción de la institucionalidad democrática. Llegamos nuevamente a esta fecha del 23 de enero, con una cifra alarmante de presos políticos, torturados, fallecidos en recintos de reclusión, exiliados y millones de venezolanos desplazados del territorio producto de una migración forzada.
Se inicia una nueva fase, en este largo tránsito de resistencia a un modelo que viola las mínimas consideraciones democráticas. La sumisión, el sometimiento por la normalización del sistema, no es la ruta en la cual se inscriben la inmensa mayoría de los ciudadanos, Por el contrario, se está en un momento de redefinir las formas y modos de seguir adelante, en un recálculo de potencialidades y oportunidades, sin abandonar la convicción personal y colectiva de apostar por un cambio político hacia la democracia. Un liderazgo legitimado en los resultados electorales, sigue firme en su decisión de no abandonar esa aspiración colectiva y asumiendo las peores condiciones para su actuación, no desfallece en su propósito.
Son tiempos de construir la esperanza, no como un deseo de lo imposible, sino como la firme decisión de seguir avanzando, convencidos en que eso es lo correcto. Esto es un proceso que se articula de abajo hacia arriba, a los lados y apuntando a la creación de espacios de libertad, de esas burbujas que corran por todo el territorio creando nuevas realidades. Nos toca aprender a leer la realidad y unirnos para transformarla.
No le preguntemos a otros que va a pasar, trabajemos juntos para que pasen cosas en la ruta de hacer realidad el cambio.