Luego de las elecciones presidenciales en Venezuela, el conflicto político y la situación de derechos humanos sigue siendo profundamente complicada e incierta. Sin embargo, los venezolanos y quienes aspiramos y defendemos los valores democráticos debemos defender y enarbolar la gesta ciudadana que vivimos dentro y fuera de nuestras fronteras el pasado 28 de julio. La voluntad de autodeterminación expresada por millones de ciudadanos en un proceso que tuvo todas las adversidades posibles, y que a su vez, sirvió como detonante para activar la mayor chispa de esperanza que hemos vivido los venezolanos en medio de un régimen autoritario. Esa expresión de voluntad ciudadana es y debe ser el corazón de cualquier intento de construcción de paz y democracia en Venezuela de ahora en adelante.
Parte del trabajo que tenemos por delante es no permitir que ese deseo expresado y comprobado se invisibilice. Tampoco podemos permitir que se normalice lo anormal, la crueldad, la violación masiva y sofisticada de derechos humanos, la represión y el terrorismo de Estado. Nos corresponde a todos — dentro y fuera del Venezuela — hacer lo que esté a nuestro alcance para impulsar la construcción de una paz auténtica, una paz que respete la voluntad ciudadana y los derechos humanos, que caracterice adecuadamente el conflicto político y no una paz que se confunde con silencios y que solapada, o de forma abierta, abona a la deriva totalitaria en Venezuela.
En nombre de la paz y el entendimiento se conocen agendas y lobbys que promueven una paz negativa o una paz autoritaria a la que hemos hecho referencia en editoriales pasados. Quienes creemos en la democracia y apostamos a la construcción de una paz verdadera en Venezuela, no aceptamos ni nos quedamos callados frente a las estrategias que pretenden normalizar la represión; acciones dispuestas a aceptar un status quo autoritario y a pasar la página de lo sucedido el 28J.
Una paz verdadera es aquella que surge del cambio político y que garantiza la protección de los derechos fundamentales. Sabemos que este camino es difícil, prolongado y que la sociedad civil venezolana enfrenta enormes desafíos. El miedo a la persecución, las detenciones arbitrarias y el sistema de represión y violencia estructural y el agotamiento tras años de lucha por la causa democrática, limitan su capacidad de acción. Sin embargo, hoy como nunca, la sociedad venezolana tiene un rol esencial en las posibilidades de construir una paz verdadera con un norte democrático. Toca insistir, persistir y resistir por y para la democracia.
Tres acciones para construir paz en un contexto autoritario
En un entorno como el venezolano, donde la violencia directa y la violencia estructural están profundamente arraigadas, construir paz requiere un enfoque estratégico y valiente. Aquí presentamos tres acciones claves que la sociedad civil puede tomar para avanzar hacia una paz verdadera:
- Visibilizar la violencia estructural y directa: Es crucial que la sociedad civil continúe documentando y denunciando las violaciones de derechos humanos y la represión política (violencia directa); así como la violencia estructural que sufren los venezolanos por la falta de acceso a servicios básicos (violencia estructural). La visibilización del sufrimiento y la injusticia es un primer paso para romper con la narrativa de normalización que el régimen autoritario intenta imponer. Sabemos que puede ser difícil y riesgoso comunicar esta documentación, allí los venezolanos fuera de Venezuela y las redes de solidaridad tienen un papel fundamental. Hay que trabajar en alianzas de solidaridad y resiliencia que vinculen y conecten con la paz verdadera
- Fortalecer la cultura de no violencia y el diálogo inclusivo: como personas de paz creemos en el diálogo y los acuerdos como principio. Sin embargo, es importante que se entienda la huella que han dejado las experiencias anteriores en el ánimo de los y las venezolanas.. Si bien se pudo llegar a acuerdos importantes plasmados en blanco y negro; lo cierto es que dichos acuerdos fueron incumplidos por las partes afectando los conceptos de diálogo y negociación en el imaginario de los venezolanos. Crear una cultura de no-violencia implica plantar banderas firmes frente a la opresión, promover un diálogo inclusivo plantea el reto de resemantizar este concepto de forma que las acciones promovidas a través de estos nuevos ejercicios abonen a la esperanza posible. Construir mecanismos creíbles y con capacidades es necesario. Los organismos internacionales especiales de la ONU tienen capacidades de implementar mecanismos de alto nivel que ayuden a que, a partir de recursos, se avancen en reales cumplimientos de los eventuales acuerdos. Así mismo, en el ámbito local, esto también implicaría la creación de espacios seguros para el diálogo entre ciudadanos, comunidades y sectores excluidos, sin necesidad de caer en la narrativa del régimen.
- Defender el derecho a la participación política: A pesar de los obstáculos, la sociedad civil debe seguir defendiendo el derecho de todos los venezolanos a participar en procesos políticos y a expresar la disidencia libremente. Esto significa exigir condiciones democráticas reales y rechazar cualquier pacto o convivencia que legitime al régimen totalitario. La construcción de paz debe ser un proceso que garantice la autodeterminación de la voluntad ciudadana, la celebración de procesos electorales íntegros con garantías y estándares verificables; no una negociación que asegure la supervivencia del autoritarismo o peor aún la profundización de la deriva totalitaria. Es por eso que la paz debe centrarse en los derechos y la justicia.