El proceso electoral mediante el cual fue reelegido el presidente Luis Abinader en la República Dominicana expone las bondades de una democracia saludable y funcional, al tiempo que demuestra qué signos son necesarios para garantizar elecciones justas con desenlaces positivos que alimentan al ciclo de fortalecimiento democrático. Las elecciones del pasado 19 de mayo marcan un momento crucial para el país, tanto en términos de su gobernabilidad interna como de su posición en el contexto regional. Con una plataforma centrada en la gestión de la crisis en Haití, la lucha contra la corrupción y el manejo de la inflación y la desigualdad, Abinader también enfrenta un complejo entramado de desafíos que seguirán poniendo a prueba la solidez de la democracia dominicana y su capacidad de dar un ejemplo aleccionador al resto del continente sobre las virtudes de operar dentro del juego democrático.
¿Por qué debemos celebrar las elecciones en República Dominicana?
No se trata que determinado candidato haya resultado electo, sino el mensaje que un proceso como este envía en pro de la democracia. Las elecciones en la República Dominicana representan una noticia alentadora y son, en efecto, un faro de esperanza para la democracia en la región, constituyéndose en una victoria para el país y sus ciudadanos pero también en una invitación a apostar por la defensa y fortalecimiento de la democracia en las Américas. Mostrando atisbos de consolidación democrático en un contexto latinoamericano a menudo marcado por la inestabilidad política y el autoritarismo, la reciente elección no solo se llevó a cabo de manera organizada y transparente en un contexto de respeto al espacio cívico, sino que también contó con confianza en las instituciones y en la voluntad popular, con una aceptación pacífica de los resultados, así como la participación de un robusto sistema de observación electoral.
Transparencia y legitimidad electoral
El proceso electoral, calificado por Román Jáquez Liranzo, presidente de la Junta Electoral dominicana, como “seguro, transparente y abierto al mundo”, parece haber reforzado la confianza en las instituciones democráticas del país. La participación de más de 400 observadores internacionales y el reconocimiento de la victoria de Abinader por parte de sus principales contrincantes son señales positivas de una democracia funcional y madura. Este punto es importante de destacar, pues mantener la transparencia y legitimidad electoral es esencial para evitar la erosión de la confianza pública. La observación internacional reafirma el compromiso democrático del país, disuade el fraude y la manipulación, y previene conflictos en contextos competitivos. Además, valida las elecciones, mejora la imagen del país internacionalmente, facilita la cooperación y las inversiones, y apoya el fortalecimiento institucional a largo plazo.
El caso de la República Dominicana en el año electoral en que nos encontramos, para la región y el mundo, envía un poderoso mensaje sobre el rol primordial que juegan las misiones de observación para la garantía de una transición pacífica y la confianza en el sistema electoral y democrático, que debe ser considerado por el resto de los países en aún tienen programadas elecciones en los próximos meses. En especial, el caso venezolano, que sigue definiendo la participación de observadores en sus elecciones presidenciales, como si se tratara de un elemento prescindible de acuerdo a la voluntad política de los actores que organizan los comicios y no un factor contemporáneo necesario en elecciones verdaderamente democráticas.
Promoción de la participación ciudadana
En esta elección, se concretó la incorporación de debates en la campaña electoral, una demanda largamente sostenida por la sociedad civil, que marcó un hito en la historia democrática al permitir un ejercicio más transparente del discernimiento electoral y un escrutinio social que facilitó decisiones informadas basadas en comparaciones claras y directas de las soluciones ofrecidas para los problemas nacionales. Los debates presidenciales no solo aumentaron la transparencia, sino que también fomentaron una mayor participación ciudadana, elevando los estándares democráticos al centrar el discurso político en problemas reales y menos en retórica vacía. Este avance fortalece la cultura democrática dominicana, establece una nueva norma para futuras elecciones y demuestra una evolución en la madurez política del país, contribuyendo a una democracia más robusta y sirviendo de ejemplo para otros países de América Latina, que han dejado de lado estas buenas prácticas.
Asimismo, la reelección de Abinader refleja un apoyo popular significativo, con índices de aprobación cercanos al 70%, uno de los más altos de la región y una elección ganada con alrededor del 57% de votos que no hicieron necesaria la segunda vuelta. No obstante, la desigualdad social y económica sigue siendo un reto considerable. Ahora, para hacer esta cultura democrática sostenible, la participación ciudadana debe ir más allá del acto de votar; implica una inclusión efectiva de todos los sectores en el proceso de toma de decisiones. Si los problemas de desigualdad se siguen abordando con atención y políticas inclusivas y equitativas, ello podría socavar la cohesión social y la estabilidad democrática. Siendo una invitación abierta al reelecto gobierno de honrar los compromisos asumidos en la campaña.
Apuesta por la alternabilidad: un compromiso poco común en la América Latina contemporánea
Abinader ha prometido no buscar un tercer mandato, asegurando el respeto a los límites constitucionales y planteando una posible reforma para evitar esa posibilidad en el futuro, lo que podría fortalecer la integridad y confianza en la democracia. Estos compromisos establecen importantes precedentes para liderazgos futuros a nivel nacional e internacional, promoviendo la estabilidad política y la confianza en las instituciones. Sin embargo, la historia indica que las derivas autoritarias pueden surgir incluso en democracias consolidadas, por lo que es crucial mantenerse vigilantes y exigir el cumplimiento de estas promesas para salvaguardar el equilibrio político y representativo en República Dominicana en los próximos años y el ejemplo que se está dando a la región.
Los grandes problemas de derechos humanos: migración y políticas fronterizas
Ciertamente, no todo es color de rosa en República Dominicana en cuanto a su desenvolvimiento democrático. Y es que la gestión de la crisis migratoria con Haití ha sido uno de los puntos más controvertidos no sólo del mandato de Abinader, sino de la relación histórica entre los países vecinos que se remonta a incluso las épocas de independencia, y que se ha venido arrastrando e intensificado desde entonces. La construcción de un muro fronterizo durante su última administración y el aumento de las deportaciones de migrantes en condición irregular han generado críticas de organizaciones de derechos humanos, que acusan al gobierno de prácticas discriminatorias y violaciones de las obligaciones internacionales.
Ana Piquer, directora para las Américas de Amnistía Internacional, ha señalado que las expulsiones colectivas y los retornos forzados a Haití ponen en riesgo la vida y los derechos de estas personas. Abinader ha defendido estas medidas como necesarias para la seguridad nacional y ha instado a la comunidad internacional a intervenir en la crisis haitiana. Este enfoque refleja un equilibrio delicado entre la seguridad y los derechos humanos que será crucial gestionar de acuerdo a los estándares internacionales en la materia.
Si bien, la delincuencia es otro problema que preocupa a los ciudadanos dominicanos Abinader ha tenido que abordar esta cuestión en un contexto donde la percepción de inseguridad puede exacerbar la xenofobia y las tensiones sociales, especialmente en relación con los inmigrantes haitianos. Las políticas de seguridad deben ser efectivas, pero también respetuosas de los derechos humanos, evitando medidas excesivas que puedan llevar a abusos y discriminación. De lo contrario, como lo han demostrado otros casos en la región y el mundo, se estaría frente a una bomba de tiempo de inestabilidad y reinserción en mayores ciclos de violencia. Una amenaza preocupante para la salud democrática de los países, pues es en estos contextos, donde los extremismos y las narrativas anti-derechos florecen, como características del autoritarismo.
¿Qué hizo falta?
La falta de reconocimiento regional hacia el proceso democrático de República Dominicana subraya la necesidad de rescatar los logros de la democracia. A pesar de los avances notables en la promoción del respeto al espacio cívico, la ausencia de conflictividad política pre y post electoral y el fortalecimiento de las instituciones democráticas en República Dominicana, estos esfuerzos parecen no haber recibido el reconocimiento adecuado. En una crisis regional como en la que nos encontramos, la promoción de la democracia es clave y los ejemplos concretos que le hacen honor es esencial, cuando se habla de lo bueno, también se evita que se desalienten a otros países a seguir los ejemplos positivos que se han establecido. Es esencial que la comunidad internacional reconozca y celebre más los logros democráticos, contribuyendo a crear la ola de democratización que es más necesaria que nunca.
Conclusión
A pesar de los desafíos, la actual gestión en República Dominicana presenta una oportunidad única para avanzar y demostrar a la región que la democracia puede ser efectiva y fructífera. Este caso ejemplifica que, cuando se respetan los principios democráticos y se fomenta un espacio cívico inclusivo, se pueden lograr avances significativos. Es por ello que la vigilancia continua de las instituciones democráticas y una ciudadanía activa serán esenciales para mantener ese rumbo hacia un futuro más justo y equitativo. República Dominicana, ha recordado, con estas elecciones, las bondades de los procesos democráticos y el entusiasmo y optimismo que se genera cuando los países ejercen y disfrutan de elecciones justas, transparentes, seguras e internacionalmente acompañadas en contextos favorables para ello.